Un eclipse nunca pasa desapercibido. La ciencia nos explica la alineación de astros… pero lo fascinante está en lo que los pueblos antiguos imaginaron. Detrás de cada sombra en el cielo hay una historia, un mito y un ritual para enfrentarse a lo desconocido.
En la India védica, por ejemplo, se cuenta que el demonio Rāhu devora al Sol o a la Luna durante el eclipse. Ese instante se considera un período de impureza (sutak): se apagan los fuegos de la cocina, se deja de comer y hasta los templos cierran sus puertas. Al finalizar, tanto las deidades como los devotos se bañan, como si el agua fuese la frontera entre lo viejo y lo nuevo.
Esa idea de “pausa, purificación y renacer” es la que inspira también nuestras prácticas en Salón Yogui, donde el 20 de septiembre abrimos agenda para una nueva temporada.
En China, en cambio, el eclipse era la batalla de un dragón celestial que intentaba tragarse la luz. La solución era hacer ruido: tambores, cacerolas y campanas resonaban para espantar a la criatura. Japón, más silencioso, veía en el oscurecimiento un gesto de los dioses (kami) mostrando su descontento; la respuesta era rezar, limpiar y ofrecer presentes para calmar su fuerza.
En Persia y en pueblos eslavos de Europa, el enemigo no era un dragón sino un lobo o un vampiro cósmico que mordía la Luna hasta teñirla de rojo. Allí también el ruido era un arma: golpear metales, tocar campanas o cantar a toda voz para liberar al astro.
Y en nuestro propio occidente, todavía sobreviven supersticiones curiosas: que las embarazadas no deben mirar el eclipse para evitar manchas o malformaciones en el bebé; que hay que atarse un listón rojo en el vientre; que la comida debe cubrirse para no “envenenarse” con la sombra.
Lo asombroso es que, aunque las historias cambien de un continente a otro, todas coinciden en algo: el eclipse despierta miedo, respeto y la necesidad de hacer algo para atravesar la oscuridad.
Quizá ahí está la lección más valiosa: no podemos evitar que lleguen las sombras (en el cielo o en la vida), pero sí podemos elegir cómo transitarlas. Ruido, rezos, ayuno, agua… cada cultura inventó su propio ritual. Hoy, nosotros podemos hacerlo con yoga, respiración y meditación.
Y por eso, justo ahora, abrimos la nueva agenda de clases en Salón Yogui (desde el 20 de septiembre). Porque más allá de los eclipses del cielo, todos tenemos momentos de sombra. Lo importante es encontrar la práctica que nos ayude a volver a la luz.
La ciencia dirá que un eclipse es alineación de cuerpos celestes.
Las culturas antiguas, que es el roce entre dioses y demonios.
Quizá las dos tengan razón: la sombra es inevitable… pero siempre termina en claridad.
